El collar de vibración no es la única manera de comunicarte con tu perro con discapacidad sensorial (ni la mejor)
Lo primero que necesitas para convivir y comunicarte con tu perro con discapacidad, es tener una buena base de confianza y respeto.
El uso de herramientas aversivas deteriora vuestra relación, por lo que afecta a los pilares de funcionamiento de todo lo demás
La educación canina ha progresado mucho en estos años, así que hoy en día puedes comunicarte con tu perro sin necesidad de desgastar vuestro vínculo y sin generarle malestar.
Si te han dicho que un collar de vibración es la única manera, pero no te convence y notas que tu perro no está bien, investiga para informarte y toma la decisión que mejor se adapte a ambos.
La frase que más se repite, “pero me han dicho que el collar de vibración no hace daño y que se puede usar bien si lo positivizas”.
Analicemos por partes, por un lado, según la RAE, un aversivo es algo que produce rechazo o repugnancia frente a alguien o algo.
Según esta definición, cualquier herramienta puede ser aversiva, el mejor arnés del mercado si le talla pequeño a tu perro y le hace rozaduras o un collar normal, si tu perro tira mucho de la correa. Ahora imagínate un collar que vibre.
Las herramientas de castigo han sido prohibidas en la ley de bienestar animal: Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales. Artículo 27. Prohibiciones específicas respecto a los animales de compañía: ñ) Se prohíbe el uso de cualquier herramienta de manejo que pueda causar lesiones al animal, en particular collares eléctricos, de impulsos de castigo o de ahogo.
Desde AVEPA y GRETCA también llevan tiempo informando de todos los problemas derivados de uso.
¿Necesitas más razones para evolucionar y dejar atrás esta línea de educación? Pues hablemos de estudios científicos y daños físicos y emocionales.
Anders Hallgren, psicólogo canino, en su libro “Problemas de espalda en los perros”, nos cuenta que el 63% de los perros tenían problemas de espalda y de ese porcentaje, el 55% presentaban problemas de comportamiento. Casi todos usaban collar normal, pero estaban expuestos a tirones de correa.
Are Thoresen, veterinario, en un estudio de 350 perros, demostró que el 98% de éstos usaban collar normal y el 78% presentaban lesiones de cuello.
A nivel físico, su uso puede conllevar tensión muscular, problemas oculares, colapso traqueal, desórdenes de la glándula tiroidea, efectos negativos en el sistema linfático, sanguíneo y neuronal, hematomas, heridas, dermatitis, quemaduras, etc.
Emocionalmente se darán asociaciones negativas, altos niveles de cortisol, estrés, miedo y reactividad, rotura del vínculo con el tutor, frustración por privación, indefensión aprendida…
En cuanto a sentido común, ética y conocimientos sobre cómo funciona el aprendizaje, una herramienta que genera tantas consecuencias aversivas, no se puede positivizar, ya que nunca será algo apetitivo para tu perro.
Aunque uses el collar “solo para llamarle”, también te asociará a ti a ese malestar cada vez que pulses el botón, vuestra relación se deteriorará y no querrá volver a tu lado.
Al principio funcionará debido al reforzamiento negativo, es decir, tu perro te obedecerá por miedo y por evitar las consecuencias del uso del collar. Pasará el tiempo y tu perro se habituará a la intensidad de las vibraciones, por lo que el collar perderá su “poder mágico”, para entonces su confianza en ti se habrá perdido por completo y lo último que querrá será acudir a tu llamada.
¿Te arriesgarías a que tu perro se pierda, te pasarás a un collar de descargas para volver a conseguir el poder que tenías antes?
Tu perro ciego, sordo, sordociego, con cualquier discapacidad, necesita que seas su apoyo, no la causa de su malestar. Se merece que serás su guía, que le enseñes a conocer el mundo de manera agradable, que le motives a ser autónomo, autosuficiente y resolutivo.
Si compartes estos valores y quieres aprender a comunicarte de manera respetuosa con tu perro, en El Perro Maravilla os echamos la pata que necesitáis.
Texto escrito por Alicia Alejo, educadora canina especializada en discapacidad sensorial y trastornos de la ansiedad en Fénix.